Automática manera de pensarte.

Luciérnaga de luces parpadeantes, pareces la melodía que compuse anoche bajo los efectos del insomnio y las drogas. Ni aunque intente engañarme, te recuerdo tan bien como es tu caso, el sonido de tu voz y la ridiculez de mi enfado. Sigues siendo aquella primera vez, el primer día, el último tren. No me abandones en la casualidad, hay tinta desparramada por toda mi sangre.
Imagen relacionadaNo me prometí ser, pero la pérdida del control lleva a entenderme como un ser que no puede comprenderse. Me encuentro entre tus patrones, y con tijera y aguja me visto con seda el alma, no aspiro a permanecer asustada por mucho más tiempo. Me enredo y desenredo en el olor de tus vivencias, me ato y desato a la pesadumbre que implica pensarte; te recuerdan memorias que no te han visto, solo porque mis labios han olvidado como hablar si no pronuncian tu nombre. 
Se quema cualquier otra sensación, y me pregunto por qué entonces me siento tan yo. Si lo pierdo todo en tus bucles, no recapacito la razón de entenderme sin leerme. No diré palabras en falso, pero me permitiré sentirlas; la debilidad de negarse lo evidente, aquellas batallas han huido como el polvo al escuchar tu pasos sobre la acera.
La última mirada siempre permanecerá atada a la carencia de cordura y parezco capaz de aprenderte. Tus medidas y ángulos, a la espera aguardan de volver a ser estudiados.
Quiero parecer efímera, y se me suele olvidar a que quiero parecerme; olvido la razón de mi existir, por suerte las palabras me recuerdan que puedo llevarte a mi circuito interno, a mi pensar audaz, al único mundo que creo entender. Si supieran los héroes de mis novelas favoritas las verdaderas historias que llevamos escritas en la piel de por vida, no se atreverían a decir que han salvado; por el contrario, tú lo has hecho.

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