Hola,
no sé dónde estas, ni que haces, y creo que tampoco sé quien eres ahora. Y aunque no te interese, tú tampoco conoces este nuevo ser en el que me he convertido.
No quiero irme por las ramas, así que seré sincera y directa (es algo muy característico de esta nueva yo que no has llegado a conocer). Me ha costado, y muchísimo más de lo que te costó a ti, pero lo he logrado al final. Me ha costado exactamente algo más de un año, durante el cual creí que no podría hacerlo, que me había quedado atrapado a algo que no sería capaz de soltar y dejar escapar. Y no hablo de ti, a ti te solté hace meses (aunque también me costó), me refiero a la emoción, a la sensación que me despertaba, que me acompañaba y llegué a considerar parte de mí. Sabes a cual me refiero y por eso siempre me extrañó que fueras capaz de deshacerte de ella en a penas un par de meses, de la libertad, el vuelco del corazón y las hormigas caminando por todo tu ser, porque yo no he sido capaz hasta pasado más de un año.
Pero todo esfuerzo tiene su recompensa, y aunque costó y dolió, incluso aunque traté de reparar la herida, al final entendí que tú y yo ya no existíamos, y que todo lo que me quedaba era esa sensación de quererte con dolor, con muchísimo dolor, que no podría curar sustituyéndote por otra persona pues solo el tiempo podría sanarme. Desde luego, no me equivoqué.
Y es extraño, es muy extraño no querer, no sentir con tanta pasión, con tantas ganas, es muy extraño, pues siempre lo consideré parte de mí, de quien era, pero no era así. Y es curioso escuchar una canción y no entenderla, o tratar de escribir y no ser capaz. Créeme es curioso.
Sé que no te importa, pero me gusta mi nuevo yo, uno sin cadenas (o con otras muy diferentes), en un proceso de crecimiento personal, alguien completamente distinto. Alguien a quién jamás conocerás.
Hasta siempre,
un alma que ya no conoces.
Comentarios
Publicar un comentario