amante de la juventud eterna

Donde los años no existan es donde habita mi alma, por no entender el mundo lo que las estrellas gritan. Sea de dueños varios o de ninguno, no se entiende con plenitud la realidad desde los ojos humanos, pues solo aquellos que sueñan con suficiente anhelo habitan en la región de los locos de atar. No quisiera ser como cualquier necio mundano, a la espera de la hora final, porque yo quiero habitar en la eternidad que componen los vértices de nuestra existencia. Nunca fui del todo real con la verdad, pero creo en la lealtad de un paso de baile mortal. Me pregunto que será de cada deseo muerto entre los labios de los demás. No concibe este alma voraz manera más ruin que morir en lechos perdidos sin clausula de contrato. Cuan loco altivo parece el universo querer ganar una vez más, pero desconoce que vagan por los pasillos de su composición los caprichos de un ser arrogante, atrapado entre sus sueños, incapaz de asumir la etapa adulta como una opción inevitable. Al final, la luna siempre guarda en su otra cara todos mis versos, para impedir que los vuelva a leer entre los rayos del sol, no vaya a ser que vuelva la lucidez. 





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