fruto de la gratitud por mis amigos


Es el dulce olor a verano a cada instante, inundando la sensación eterna de amanecer entre intensas emociones encontradas, y es que tal vez una mañana de cualquier mes se compuso un curioso baile de acordes mayores que mis pies no han logrado enterrar. El mundo siempre me ha parecido eternamente ridículo ante la perspectiva de poder romperlo con la palma de una mano; agárrame la carcajada que huida en combate no pretende volver, que me sumaré a la danza india sobre la arena de la playa. Solo estábamos en lo alto de aquellos tejados perdidos con la belleza del atardecer, que sería del cielo si no pudiera mirarnos; quiero permanecer toda la vida en este segundo, en la inmensidad del profundo querer albergar. 
Mi mente no guarda recuerdos de la ultima vez que no pude volar, es similar a querer renacer. Le brillan los ojos por su alma cuando llora, tiene cada pestaña con la que pedir deseos. Dando vueltas en la noria de la plenitud, solo somos astronautas descubriendo planetas como Plutón. Atrapados en la finitud de vidas inertes conseguí hacerme eterna en abrazos de desconocidos a los que terminé llamando amigos. Entre mis secretos más confusos guardo una composición de piano, son armonías de calles perdidas. Suenan las olas marinas en las voces de canciones vivas. No me creo capaz de crear nada la mitad de intenso. No me creo capaz de contener en mi persona toda la euforia que implica el querer; solo voy a permanecer en esta misma canción hasta cumplir mis tres siglos.

Comentarios