Sobre otros cristales rotos.

Disparos fugaces entre estrellas de la misma directriz, aminoramos la marcha porque los recuerdos le pesaban tanto al viejo cuerdo que correr a millones de decibelios parecía incorregible.
Otra vez enredada en mi nueva y eterna naturaleza salvaje, con armonías de sonidos guturales; aúlla quien puede, camino del suspiro.
¿Quién queda ahora? No son los resquicios del ultimo beso a lo que huele. Amanece sombrío, querré bailar bajo la lluvia cuando dejen de dolerme los pies. Es que no entiendo este compás en el que permanezco antes de lo que creo, solo pesan los silencios y es una mísera anacrusa.
Miran los astros correr a la intensidad, que agudiza su salto mortal justo cuando roza la muerte con la yema de los dedos; tengo ese tipo de características, solo me apetece salir adelante cuando el dolor está agarrado con fuerza a la columna vertebral de mi existir. Como cristales que revientan contra el suelo, como restos de las muñecas de porcelana, que poco real era este término.
Juro bandera por el puerto en alta mar, adoro perderme en los pasillos del salón de baile, así cuando quieras buscarme solo tienes que desenredar mi amasijo mental. Demasiado complicado para entenderlo, mis palabras favoritas son las que no tienen sentido, las que salen de mis manos sin reescribirse, de la forma más pura en la que puede mi alma estar compuesta.

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