Canción indie para hacerte gigante.

El problema de las cadenas de marfil es que no suenan hasta que la fiera salvaje no siente la necesidad de moverse. Atrapada en primicias de segunda clase mientras el mundo gira, así cuando el anochecer se abre camino en la ciudad de las mentiras perdidas, hay almas aún más desorientadas.
Fueron las falsas ausencias las que provocaron estas alargadas sombras en el lúgubre arrecife, aunque tiendo a pensar que fueron las ganas efímeras de desenredarse el cabello para volver a ser enredado por el sonido del viento, y así construirse entre venenos que circulando por mi sistema circulatorio no consumieran la vida silvestre de quien se cree inmensamente libre aunque ría entre chistes repetitivos.
Porque se pierden tantas cosas valiosas al segundo, como la frágil confianza de dos seres distintos (o indistintos), creyendo que se encuentran delante de un mismo espejo. Lastima que la hiena colmada de peligro alrededor de sus venas se comió de un bocado el mundo y tus promesas amañadas. 
La banda sonora de cada cuerda de la guitarra cuenta nuevas versiones que no se conocerán más allá de los peces del mar, banco de esta realidad. ¿Dónde se han quedado las miniedades que te hacían pequeña, querido alma salvaje? Pisas con inmensas zancadas del tamaño de una catedral románica, que allí donde el viento te acaricie la cara, seguro que huele a besos a tras luz o, lo que es lo mismo, al reflejo de la cara oculta de la luna.

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