
Superficie de instantes, superfluas emociones, desapareces velozmente entre las sombras que implican mis temores y con cuidado camuflas tus virtudes en escondites que dan un miedo atroz. Porque te quiero, monstruo de lágrimas pesadas, por eso; ojalá me hicieras volar, sentiría cada parte de mi débil circuito interno acorde a la pasión desbocada de este baile continuamente interrumpido. Mas tú apenas me atrapas entre sogas cortantes atadas a la garganta, y cuando me creo capaz de huir vuelves a estar justo en la linea de salida, esperándome a matar. Adictivos son tus breves instantes, temo hasta la locura que los míos nunca te dejen huella.
De todos los amaneceres que he visto en mi corta vida, tú eres el más doloroso y el que menos quiero dejar marchar; estoy enganchada a la veloz circulación de tu energía por mi cansado sistema inmunológico; arremolino tantas emociones que no puedo expresar, se cuan mal está querer tan mal y solo albergo la eterna esperanza que un día te des cuenta de lo que causas a mis fragmentadas ruinas, eso o que seas el valor de dejar marchar las alas desplumadas entre tus miradas. Ojalá no vuelvas nunca, ojala me dejes sufrir descomunalmente, me ahogue entre gritos, cruelmente me destruyas y me arruines amargamente, ojalá todo el inhumano dolor que implique tu pérdida sea significado de la paz que tu presencia no puede traerme.
(editado y publicado muchos meses después, solo cuando la paz llegó).
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