Velocidad al pensar.


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Huele a incienso y se aturden mis atontados sentidos, no comprendo muchas de las cosas que logran alterarme, por mucho que mi ser nunca haya permanecido en la ansiada paz; pierdo el sueño, pierdo el hambre y la razón de pensar.
Al sentir el frío del azulejo bajo mis pies descalzos no alcanzo a ver nada más allá de la tortuosa oscuridad; mas no vuelvo sobre mis pasos decididos, como si una oleada de valentía me hubiera sacudido los cimientos, entendiendo este pensar como mis ansias de volver a aprender a volar.
Arrastran mis manos toda la vida que se me ha enredado entre los dedos y dejan impregnados la pared de cada uno de mis dolores atroces, esperando dejar marchar de una vez aquella vieja oportunidad. Solo me he quedado ciega, aprenderé a respirar por mi propio ser. Me he esperado tanto tiempo que no recuerdo cuando fue la última vez que dejé para siempre de depender del último hilo que quedaba colgando entre las rotas sábanas de aquella habitación. Camino largo de tropiezos contantes, no se trata de encontrar la luz, sino de quererse en la oscuridad.

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