Mariposa fugaz, eterno destello momentáneo. Las supersticiones carecen de sentido si eres un gato negro; olvida esos poemas que el frío enero decidió dar a luz. Soy tan efímera como tu presencia y olvido porqué estoy viva con tanta frecuencia que no lo recuerdo. Me aferro a detalles pequeños, a las palabras danzantes sobre el papel, a veces aseguran ser la únicas en devolverme a mi forma gaseosa, en cierta manera no mienten del todo.
El olor a incienso húmedo se confunde con mi dolor de cabeza y la alargada sombra de la incertidumbre recorre mis células cada noche que paso en el desván de mi viejo hogar, donde todavía los ácaros no han olvidado como querer; mira, incluso ellos se preguntarían sobre la inmaterialidad de tu ser.
Eres el abandono, nunca protagonista, ni lo suficientemente herido. Combates guerras y no avisas al son de esta canción de que no puede luchar. Abarco tanto que me creo el mundo en la mano, capaz de solucionar incluso la muerte. Entiendo términos que ni los psicólogos consiguen hacerme comprender; no ha vuelto a escuchar la mariposa de pardos colores el sonido de la decepción, es lo que ocurre si permanece permanentemente en ella. Ojalá entendiera suficientemente el vocabulario español como para descifrar que no vas a volver, parece que solo sé disfrazarme de tintas de colores y notas de piano. La inspiración es instantánea y le duele el estómago a la esperanza cuando entiende que avanza sin el sonido atronador de tus cartas al alma. Voy entendiendo poco a poco que me has perdido, porque asumir la viceversa despierta la rabia; suelo pensarme como tal porque construye la imagen del ser humano que siempre quise ser. Los cuentos solo los escriben los autores cansados de los peligros; de momento, toro salvaje de lidia acepta retos que le acerquen a la muerte, este es el secreto de la velocidad de estar vivo, no temer a la cornada tozuda.
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