Desconocido sonido de nuestra alma.

No sabía que esconder en las facetas de mi mutada piel, solo los pocos harapos que cubrían mi cuerpo y que ocultaron entre las estrellas mi disfrazado nuevo ser; bajo la brutal explosión del agonizante  e insoportable dolor, de quien renace sin raíces, como un capullo de una flor que no debería crecer salvaje, de lo que fue antes de volver a entenderse.
Y no te he conocido nunca más allá de una alegre canción, pero tampoco me conozco a mi misma mucho más ahora mismo; carezco del derecho para exigir a la diversa forma de funcionar del pulso curiosamente acelerado latente en mi pecho, las razones de sentirme a salvo en tu sutil tacto febril; así que qué sentido puede tener tiene necesitarlo. Solo dos seres vigorosamente danzantes en medio de la multitud que implica este antro, que entienden la vida de formas que no distinguen entre ellos. 
Pues dime por primera vez quien eres, así descubro quien puedo llegar a ser de momento, entre la diversidad que puedo probar; jugando caprichosamente con el cobarde destino, cabrón que nunca me dejó salirme de las estrictas pautas marcadas, por mucha guerra que diera, y ahora la fría venganza tiene el mismo sonido que tu voz. 
Solo creo creer que te quiero aunque ni tu nombre recuerdo, las oscuras noches fugaces de bailes audaces y los miedos escondidos en la creencia eterna de mi propio dios inventado.
Descubrí en mi propio reflejo de tu mirada que podría encontrarme en cualquier lugar, en cualquier momento, dejándome restos de alma esparcidos en desconocidos quien aniñadamente no me apetece volver a ver.
Había olvidado tantas razones por las que merecía la pena, que me encontré donde antes jamás me habría reconocido.

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