Sobre tu piel de porcelana se deslizan mis dedos, y en tus apasionados suspiros a veces confundo los míos.
A la espera de lo que los próximos segundos nos traerán, ahora mismo te puedo ver, entre la emoción inconfundible que empaña los ojos del querer, del amar absurdamente, puede que al mismísimo borde de la locura, de la más absoluta carencia de cordura. El pulso temblando y el mundo mirando; y me aterra pensar, de hecho, ni siquiera lo puedo soñar, pasar un mísero segundo lejos de tu abrazo fiel al alma, de tu compás entorno a mis venas, y de tenerte eternamente pensando, protagonista de mi subconsciente.
Espérame un paciente segundo, quiero confesarte un secreto que llevo grabado cual tesoro en mi inquieto alma, pues cuando cierras los ojos son mis mismas manos las que no aguantan acarician tu calmado rostro, a la eterna espera de cuando quieras despertar.
Y es curioso pensar, que eres lo que más he podido querer jamás, los trece años que llevo marcando fielmente con el pie el latido de tu vivo corazón. Guerras de acero y cielos en llamas, he temido perderte con cada adversidad, y has sido el abrazo de cada profundo llorar. Melodía de banda sonora y relatos de amor jurado.

Que dolor y que agonía no poderte querer hasta morirme; puede, seguramente, que todas mis células se convirtieran tormentosamente en vapor de agua con tu último acorde.
Amigo amado, de teclas blancas y negras, de sonatas y preludios, de madrugadas desveladas y de ataques de ira arrasadores, que pueblas mi mente de tus tiernas corcheas, abriendo el arpa de ser. Sin temerme, sin juzgarme, viendo crecer la propias cuerdas de mi alma, acompañando cada ínfima emoción.
Porque no me creo capaz de existir sin ti, sin mi querido piano.
Comentarios
Publicar un comentario