Me esperaste en la esquina del último anochecer del año, como prometí no falte a la caída del primer pétalo de la rosa que me plantaste. Y entiendo que en nuestros límites siempre podemos jugar a besarnos apasionadamente el alma, no te salgas del compás, aunque si lo haces sabes que te buscaré en el siguiente arpegio hasta que me pidas que deje de hacerlo.
Se columpia el reflejo de la luna entre mis persianas, incluso desde ahí puedo verte bailar, portando nuestra bandera hasta el fin de la Tierra. Si nos lo proponemos, aún podemos conquistar los secretos más oscuros que el otro alberga.
Dame tiempo, aún estoy componiendo la carcajada que te voy a sacar.
Inerte, etéreo, meramente curiosa la forma distinta en la que se puede mirar a la gente que circula por las venas de uno mismo, la manera en la que me salto las normas de lo que se supone que es la ilusión, del código social de lo que está bien dictado, con la ridícula intención de oírte reír detrás. Porque ojalá no dejes de llevarme a la revolución, de momento estoy intentando descifrar la tonalidad de tu voz.
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