"Vuélveme a querer"


Rendida de hiriente dolor, asesino pavor y desgarradora angustia. Miedo que tiembla, portado en las venas, terror frío en las células.
Tendida bajo el colchón, agarrada, prisionera, de pies y manos, solo representándolo.



Encarcelada sin piedad, atada en las extremidades como en el alma, cadenas que son prisión, cadenas que son muerte. De acero, acero puro, algo más fuerte que el acero, tal vez diamante. Prisionera, solo quiere escapar, se sacude una y otra y otra vez, desesperadamente no deja de intentarlo, todo el rato, segundo tras segundos, sin descanso, como si no supiera dejar de hacerlo. Ya no sabe si lo hace para dejar de querer o para continuar queriendo, ya no tiene claro para que, pero se llenan de heridas mugrientas las manos y por las muñecas corre la sangre exasperada por huir de aquel infierno. Las uñas clavas en la palma marcan el dolor inhumano al que está sometida.

Y parece que no se da cuenta, que el dolor profundamente desgarrador que siente el alma, es tan fuerte que no puede callarlo ni el dolor de la piel, ni la sangre infectada.


Pequeña alma guerrera que quiere porque ha conocido el amor, pero quiere mal, quiere muy mal. Se lleva las manos al cuello para abrirse la garganta de cuajo y poder respirar, ahogar el asfixio, le falta el aire y entrecortada suelta palabras aleatorias. No consigue a tocarse, las cadenas se amontonan por todas partes, se multiplican y pesan irracionalmente, casi no puede moverse. Por favor, por favor, si me estas escuchando, solo quiere explotar. Hundida, no puede levantarse, le pesa todo el cuerpo, cada una de las cadenas y no puede levantarse. Un grito de pavor, de angustia, de ayuda que grita se escapa de entre sus labios y por lo flojo que es, nadie lo ha escuchado. Pero suelta otro, y otro después, rasgan las cortinas, matan la vida, no conoce lo que es rendirse. Grito tras grito, cada cual mas alto que el anterior, desgarradores, quiebran el aire, asustan a los ángeles, producen tanto dolor en los corazones ajenos que hasta ellos empiezan a llorar y le piden a Dios, a todos los dioses que bajen a pararlo, que no pueden seguir escuchando. Aire entrecortado, se muere, se esta muriendo, y nunca termina de sufrir. Alma de dolor, dolor del alma, hiriente, chirría, duelo, horripilante de sentir, con pánico de oír. Tira y vuelve a tirar mientras grita, pero las cadenas se fortalecen, la asfixian, se le clavan en los huesos, le abren heridas. Las uñas están desgarradas de arrastrarse por el suelo, el cabello arrancado de cuajo, quiere dejar se sentir tanto dolor, que solo le aprisiona. No puede parar, no puede hablar, solo pide ayuda. Pero su corazón no es capaz de dejar de querer, de dejar de amar, de dejar de necesitar, abrazar, besar y doler, con tanta pasión que va a romperse en mil pedazos como el cristal. Es una rosa de espinas, que se clavan en la flor, consumiendo sus pétalos, ahogando su vida. Mientras el corazón, semejanza al alma, gime, llora, se desgarra. Ojala existieran palabras para explicar cuanto está sufriendo, cuan altos son sus gritos, cuan rojos están sus ojos, que fuera de órbita, enloquecidos, no recuerdan lo que era real, no recuerdan lo que el mundo era antes.


Roja, arde, un alma que no tiene dueño, que tiene alas arrancadas de cuajo, desplumadas con rabia, maltratada, sufrida y quemada. Sus gritos son consumidos por el humo que se agarra a la traquea y le obliga a toser, pero no deja de gritar, segundo a segundo. Cuando el fuego ha penetrado en su piel, sus venas, su sangre y huesos. Cuando todo lo que queda de ella es un cadáver, sus labios liberan el aire del ultimo suspiro en un "vuélveme a querer" arrasador.

Y después de eso, no se oye nada más.

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