Un caótico y alocado mar en calma, silencio en la orilla, camino de seda y arena. Poco falta para la anacrusa que nunca suena, y en el silencio de semifusa del primer compás una se limita a esperar. Aún con el pincel en la mano, tratando de borrar una mirada de la memoria para pintar algo distinto de una maldita vez, se mancha de pintura negra el blanco lienzo. No por capricho, que nadie se equivoque, digamos que es más cansancio, mi propio cansancio.
No tengo interés alguno en equivocarme y me da pereza la cordura. Seguro que evoca al romanticismo, que no es más que la más pura de las sensateces, yo soy más de salir por patas, montaña arriba aunque duelan las cicatrices. Aunque a nadie le guste escucharlo, en dirección contraria. Y solo en lo alto dejarme caer, nunca atada a nada, solo loca de remate. Sin gana alguna de encajar aunque curiosamente, sin motivo para creerme especial o minimamente distinta, pero nunca se me ha dado bien la estabilidad, y aunque lo odio, he aprendido a cogerle el gusto. Y si tengo que hacer mi casa en un acorde en si bemol, pues me quedaré a millas del do. Que si se trata de aceptarse a uno mismo, eso siempre se me dio bien, y esa es mi única versión, no conozco otra. A pesar de que me haya costado entender que no es que no quisieran, sino que no quiero, que quiero otras cosas y no me importa lo que se supongo que debo hacer, ya lo hacen otros, a mí que me dejen un poco en paz. Bueno no, en paz no, en mi maldito descontrol, algo parecido a este relato. Tanto que no voy ni a corregirlo.
Comentarios
Publicar un comentario