Asombrada ríe y se apoya en el respaldo de la silla con las piernas cruzadas, y deja escapar el suspiro que contiene perdiendo la mirada en algún punto de la esquina superior derecha de la habitación.
- Siempre he querido pensar que se puede encajar entre la gente que te rodea y sentirte infinitamente distinto a lo que ves, porque en realidad todos somos únicos, pero cuando piensas en ti mismo es, lógicamente, mucho más emocionante.
Acomodándose, se deja llevar por lo que su mente está creando. Divertida, con una sonrisa entre dientes.

- Que me gusta ir en compañía tanto en los calmados paseos como en las tormentosas aventuras, y contar en bucle los problemas en los que me he metido. Que amo desesperadamente y no me apena confesarlo, pero que voy tan por libre que no sé aferrarme a nada. Que necesito desaparecer del mapa y de la vida de los demás con demasiada frecuencia, más de la que me gustaría, encontrarme escondida del mundo detrás de un sofá para volver a mí misma. Que escucho demasiada música porque me siento identificada con muy poca, y detesto no entender cualquier cosa, por mínima que sea.
- También me gusta decir que soy como la brisa que suena entre acorde y acorde o entre las teclas de un piano, en realidad me gusta cualquier comparación que tenga que ver con el piano, ese oxigeno que necesita que otros le respiren, o el huracán que arrastra risas contagiosas. Intento ser como la mirada cálida de un amigo después de un largo viaje, aunque suena tan egoísta. No, más como el curioso juglar que trae nuevas historias al pequeño pueblo.
- ¿Qué más? Ya, algo así como una pared en blanco que pide a gritos ser pintada de intensos colores o la luna y las estrellas que se conforman con ser valoradas. Soy como esa obra de teatro olvidada por el tiempo, o ese determinante artículo que nunca sabes que está ahí, sino eres escritor. La canción que suena de fondo en la radio, o esa moda de los 90 que siempre vuelve. Una gota de lluvia que se pierde en medio del atlántico, o el suspiro libre de alguien que sufre la carencia de libertad.
Volviendo la vista al frente, y dejando atrás el mundo en el que se veía atrapada, concluye:
- Que mentira sería si digo que me siento como la única pieza de un puzle, y no simplemente otra más distinta, esa que se pierde y cuando menos te lo esperas aparece -arqueando las cejas y hombros, ríe-. Es un buen resumen.
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