Eran gotas de lluvia.

Sopla el viento una única vez y arrastra consigo todo lo que una vieja sombra mantiene sobre sus hombros, que poco a poco va cayendo entre sus brazos. No lo retiene, lo deja marchar con melancolía.


Inclina la cabeza y sigue con la mirada todas las palabras, hechos y emociones que estaban cobrando importancia en ella. Diminutos gestos y señales que han caído como la fina lluvia de abril, con los que divertida había jugado y reído, y sin querer poco a poco habían cobrado peso descendiendo por sus brazos hasta encontrarse en un abrazo de sus manos a la altura del corazón. 
Algo que no tenía valor y empezaba a tenerlo, algo a lo que la sombra se había acostumbrado a querer, aun sabiendo que solo eran gotas de lluvia.


Al final el viento siempre dice la verdad y recuerda, aunque duela, que no se puede amar todo lo que se querría amar.

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