Es por esto, que a medio ver, escondida de su objetivo, oculta para evitar que nadie se percatara, sin ni siquiera entender muy bien cuales eran sus intenciones, una mirada tan miedosa como temeraria quiso atrapar a la otra. Un leve suspiro, algo inocente, casi ni lo ha identificado, pero ahí está, dure lo que dure el deseo, ahí está sin poder evitarlo. Se escapan de su control las intenciones, difíciles de comprender, tan intensas aún así, pero no puede evitar sentirlo, como tal no puede evitar mostrarlo. Como si de un desafío a si mismo se tratara. Si la persona a la que está mirando fuera simplemente capad de entenderlo, abundantes dudas surgirían en su mente, solo por algo tan simple como el inmenso poder de una mirada.
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