Arte.



La voz de la guitarra del muchacho volvió a sonar, esta vez para tocar una nueva melodía por primera y última vez.
La recordó, con gran dolor.
La recordó en lo alto de la montaña, observando el mundo a sus pies, y aunque al principio le pareció una más de todos los turistas de allí en el mirador, pronto le pareció una estrella que brillaba tan intensamente que hacia que todo ello fuera más bello de lo que nunca fue.
Imagen relacionada
La recordó poderosa, con el cabello al viento, digna de fotografiar, con los ojos llorosos y preciosa, como siempre le había parecido.
La muchacha, para él, desprendía arte por cada uno de los poros de su piel, arte comparado con el "David" del gran Miguel Angel y no dudó en decírselo un millón de veces. Pero en ese momento, no entendió porque el mundo no estaba mirándola, pues le pareció más que nunca, lo mas bello que aquel mundo tenía.
La había visto pintar, la había visto bailar, tocar el violín y componer, la había visto cantar y soñar, la había oído hablar y pensar en voz alta y nunca había dudado que aquella mujer era la palabra "arte" personificada, nunca había dudado en admirarla, ni en amarla, tanto como se puede amar cualquier maravilla de este mundo, y siempre se había sentido agradecido por poder verla todos los días. Era tan preciosa justo allí, contemplando el mundo, tan bello como ella, que se sentía identificada, y el joven lo vio, y la amó más, si eso era posible.
El problema era aquel, ella, digna de cualquier lugar menos del mundo en el que vivía, tan poderosa, hermosa e imposible de controlar a diferencia de cualquier otro, como él mismo, que no era mucho más que un producto de la sociedad.
Mientras los pentagramas avanzaban, la melodía llegaba al acorde final, el muchacho entendía que nunca podría haberla atado a su lado, que aquella chica estaba destinada a echar a volar durante todos los días de su vida, con la desgracia de que pocos podrían observarla como él la había observado.

Comentarios